Concibo el arte como una constante pregunta, como un medio para plantearme cuestiones sobre mí y sobre el mundo, sin buscar respuestas.
Actualmente, mi búsqueda se centra en la identidad, entendida en dos vertientes: como una fuerte tensión entre magnitudes contrarias, lo que enlaza con la paradoja de la subjetividad contemporánea; y como un constante cambio, un movimiento, lo que implica introducir en la pintura la ilusión de la cuarta dimensión: el tiempo. El reto que asumo es el de reflejar la tensión identitaria entre el deber y el querer, entre la norma, la convención y la moral, por un lado; y el conflicto, el delito y el deseo, por otro. Asimismo, el otro desafío que me propongo es el de capturar un instante de ese cambio identitario para confrontar el movimiento con lo estático, lo accidental con lo esencial; y combinarlo todo para mostrar las tensiones y paradojas que operan en la concepción de mí mismo y de las cosas.
Debido a esta paradójica visión identitaria, mi pintura es igualmente una tensión entre la tradición academicista y la estética digital y de las redes sociales, confundiendo de alguna forma la superficie pictórica y la pantalla del dispositivo electrónico, nuestra nueva ventana a otros mundos.